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Desde el diván
Hasta que realmente no te involucres en el servicio, no sabrás para qué eres bueno". Rick Warren
Crónicas Fotográficas

La imagen como terapia

by oquendoe 10/03/2023
written by oquendoe

El haber retomado la fotografía, ha sido un despertar a la creatividad, lo subjetivo y la narración. Por muchos años había querido incursionar en la fotografía, pero lo había dejado engavetado, está vez lo hago a través de mi lente móvil con una obsesión hacia el encuadre 1.1 tanto horizontal como vertical.

Posteriormente haré la transición, de pasar a una escena a otra y obtener otras narrativas a través de mi lente. El singularizar este pasatiempo es algo único e irrepetible, cada vez que presionas con el dedo pulgar, esperando a ver el resultado.

Primeramente he querido hacer un distintivo al aplicar la frase “Crónicas de Corta Distancia” en cada una de las fotos, para poder expresar todo aquello que veo y deseo transmitir. El hacerlo personaliza lo que veo y deseo transmitir a través de mi lente. Al acuñar la frase “Crónicas de Corta Distancia” en cada uno de mis post en Instagram hago la acción de primero aplicar la frase y luego describo la fotografía que estoy compartiendo.

La fotografía como arte es muy amplia dentro de la cual puedes captar muchas cosas que van desde lo minimalista hasta algo extraordinario. Los centros de interés pueden ser variados, en mi caso me gusta la fotografía urbana y la tipo paisaje. El asunto al cual quiero llegar, de ver la imagen como una terapia, pueden ser variados. Se puede ver dentro de la fotografía aspectos como la razón y la emoción. Es de ahí donde parto, para argumentar que al ver una imagen se puede traspasar información de manera fluida de un ser humano a otro por medio del lenguaje.

Por consiguiente la fotografía es un lenguaje por el cual, el ser humano tiene la facultad de poder expresarse y comunicarse con los demás a través de la visión articulada del lente o de otros sistemas de signos. Pero una fotografía puede no contener un signo o un símbolo. Por otra parte, la fotografía puede cumplir otras funciones más allá de ser un documento. Puede, por ejemplo, ahondar, profundizar, extraer y exorcizar recuerdos, conoci­mientos o sentimientos íntimos con finalidad terapéuti­ca Irala (2018)

En otras palabras la fotografía es usada en las terapias del área de la sa­lud mental, la cual se está consolidando y su uso y aplicación se han disparado en los últimos 10 años, a pesar de que estas experiencias comenzaron hace varias décadas. Se ha documentado que tanto en el ámbito internacional como en España existe el trabajo conjunto de especialistas en fotografía y narra­tiva visual con psicólogos y centros especializados (bien hospitales, bien asociaciones) como bien describe (Irala, 2018)

En la revisión bibliográfica realizada se han encontrado dos términos o enfoques que hacen una diferenciación entre la fototerapia y la fotografía terapéutica. En este ámbito de trabajo y estudio (fotografía y salud mental) la fototerapia está en el mismo terreno que el arteterapia, es decir, se trata del uso de la fotografía como un medio creativo para desarrollar la imaginación además de “contribuir al desarrollo personal tendiendo a la integración de la historia vital así como el desarrollo de la autoestima y el empoderamiento” de los partici­pantes (Lockett, 2014, p. 225).

En la mayoría de las ocasiones, por tanto, se trata de acciones, talleres y actividades de enfoque creativo o cuyo objetivo es usar y desplegar la creatividad propia, bien por sí mismo bien como medio para la denuncia de una situación dada. En este caso, encontramos en este término por ejemplo personas con complejas situaciones sociales que utilizan el medio fotográfico de una forma documental con una finalidad de denuncia.

Por otro lado, la fotografía terapéutica viene a referir-se al uso de la fotografía como un medio para la terapia psicológica, la introspección y la salud mental. Por tanto, consiste en usar la imagen y/o su producción para la sa­nación o mejora de los trastornos mentales. Grupos e in­dividuos con diferentes afecciones mentales han trabaja­do con la fotografía como un medio terapéutico bien sean mayores con trastornos como el Alzheimer o personas con diferentes rangos de edad y dolencias como demen­cias, amnesia, angustia, depresión, adicciones, etc.

En su artículo de 2008 sobre fotografía y psiquiatría Martínez Azumendi clasifica los usos pasados y actuales de la imagen fotográfica en el ámbito de la salud mental. Para Martínez existen dos aproximaciones principales a este campo. El primero sería aquel en el que lo im­portante son “los contenidos de las propias imágenes fotográficas y la utilidad o propósito con la que fueron tomadas” (p. 64).

La segunda área de trabajo sería aquella cuya “finali­dad buscada por parte de los sujetos, que bien toman la foto, la alteran […] o la preparan para ser utilizada como herramienta para alcanzar diversos fines en el ámbito psiquiátrico o psicológico” (Martínez, 2008, p. 64). En esta segunda aproximación no tiene tanta importancia el resultado de la imagen como el proceso de toma por ser este el propio transcurso de la toma el que contiene el beneficio terapéutico.

Otros autores no hacen esta distinción, o en todo caso combinan en ambos términos el uso de la fotografía, de la reflexión sobre la misma, y la toma. Pero, en todo caso, siempre se coincide en que la potencia y la eficacia tera­péutica que alberga la imagen fotográfica residen en su ca­pacidad para conectar con el Yo profundo y subconsciente del ser humano, incluso con aquel que está más dañado.

El hecho de que los trastornos en la salud mental de las personas pueden ser de muy diferente origen (adic­ciones, maltrato, acoso, depresiones reactivas, cuestio­nes físicas, etc.) y desarrollarse en una variedad enorme de contextos, así como las necesidades médicas, emo­cionales y psicológicas en cada paciente son casi infini­tas, me lleva a plantear que la línea entre fototerapia y fotografía terapéutica es, o puede ser, demasiado fina y borrosa como para plantear sin dobleces o equívocos la separación entre ellas. La mujer que ha sido acosada, violada o maltratada, el niño con falta de apego, o el adul­to con depresión aguda pueden verse beneficiados de la fototerapia tan solo por su expresión creativa, lo que nos llevaría a entender en ese contexto dicha actividad como fotografía terapéutica Irala (2018).

Finalmente, como principal conclusión podemos afirmar que la imagen como terapia para la salud mental a través de la fo­tografía son eficaces, flexibles, medibles y comienzan a consolidarse de forma importante. Esta evi­dencia es manifestada tanto por los expertos en fotogra­fía que desarrollan su trabajo en este ámbito, como por médicos y psicólogos que comienzan, no solo a ponerlas en práctica, sino también a publicar los resultados de sus proyectos de fotografía terapéutica.

Referencias:

Irala, P. (2018). La imagen como terapia. Revista Espanola de Comunicacion en Salud, 9(2), 237-243.  202303141755211045089006

Lockett, M. (2014). Proyecto Enfocadas: una experiencia grupal realizada con mujeres que sufrieron en el pasado violencia por parte de sus parejas, utilizando la fotografía y la narración como herramienta terapéutica. Arteterapia: Papeles de arteterapia y educación artística para la inclusión social (9), 225-246.

Martínez Azumendi, Ó. (2008). Fotografía y psiquiatría. Cuad. Psiquiatr. Comunitaria, 8(1), 63-75.

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Psicología

¿Han aumentado los trastornos alimentarios en jóvenes durante la pandemia?

by oquendoe 30/09/2021
written by oquendoe

Shutterstock / OneLineStock.com

Gina Lladó Jordan, UOC – Universitat Oberta de Catalunya y Andrea Arroyo Fernández, UOC – Universitat Oberta de Catalunya

Alimentarse es un proceso voluntario en el que intervienen multitud de factores.

Por un lado, podríamos destacar agentes sociales, culturales y económicos. Un estudio realizado en España durante el confinamiento y publicado en 2021 en la revista científica Nutrients señala que el riesgo de que la dieta empeore es un 21 % mayor en los adolescentes con posición socioeconómica más desfavorecida.

Ahora bien, también son claves los factores familiares y, por supuesto, los psicológicos.

En relación a lo mencionado, los aspectos emocionales determinan diariamente nuestra conducta alimentaria. ¿Cómo? Interviniendo en nuestras elecciones y fomentando o no una relación saludable con la alimentación.

Las cifras de trastorno alimentario han aumentado

Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) son enfermedades mentales de gran complejidad. Como tales, no solo se ven determinadas por aspectos biológicos, sino también por motivos sociales, culturales, genéticos, psicológicos e individuales.

Así, un estudio publicado recientemente en la revista Pediatrics nos acerca una situación tan triste como real. Durante la pandemia de covid-19 se ha observado un aumento significativo de casos de TCA en adolescentes.

Los autores concluyen que la emergencia sanitaria ha terminado por asociarse a resultados negativos de salud mental, incluyendo el empeoramiento de los síntomas relacionados con los TCA. También el grado de angustia y malestar significativo y la sensación de negatividad y hostilidad.

El contexto se ha visto agravado por factores como las restricciones de movilidad o las limitaciones a la atención médica y la sobrecarga asistencial. Esto se ha traducido en retrasos en las citas de especialistas y en los diagnósticos, y en miedo a acudir a un centro médico por la mera posibilidad de exponerse al virus y poner en riesgo la salud.

La vulnerabilidad de la adolescencia en la era de la información

El mismo estudio describe que los adolescentes pueden ser particularmente vulnerables a los efectos negativos que la pandemia tiene sobre las relaciones sociales y la regulación de sus propias emociones.

Si sumamos esto a la vulnerabilidad que ya presentan por la etapa del ciclo vital en la que se encuentran, la adolescencia, se reúnen todas las piezas de este puzzle.

Pero ¿por qué los adolescentes son tan vulnerables a los TCA?

De nuevo, son muchos los aspectos a tener en cuenta. Por una parte, los cambios propios de la pubertad, como son las modificaciones en el tamaño y la forma del cuerpo que afectan a su autoestima y se vinculan a la apariencia física. Por otra, la redefinición del lugar que ocupan en la sociedad y el interés por los estándares de éxito o belleza, que también desempeñan un importante papel.

A todo ello hay que añadir la búsqueda incansable de aprobación o de pertenencia a un grupo, al no sentirse comprendidos por los que antes eran sus referentes.

Sin duda, la adolescencia es un cambio muy significativo en todos los aspectos interpersonales, tanto a nivel fisiológico como psicológico.

La pandemia, excusa perfecta para usar más las redes sociales

En este panorama, la pandemia no solo ha afectado psicológicamente a los adolescentes sino que también les ha dejado tiempo muerto, tiempo que muchos han tratado de llenar a través del uso de Internet y las redes sociales.

Recordemos que se trata de un entorno frecuentado por colectivos que viven los TCA como un modo de vida (los llamados Pro-Ana y Pro-Mia).

Como describimos en nuestro libro Psicología de la Alimentación, estos colectivos se adaptan al momento en el que viven. Por ejemplo, en la actualidad también utilizan la red social de moda, TikTok, plataforma que desde el confinamiento por covid-19 ha multiplicado sus usuarios.

En uno de los estudios que lideramos se observó que un 68,75 % de los perfiles fueron creados a partir del confinamiento. Además, el 43,75 % tenía más de un 30 % de contenido que hacía apología de los TCA.

Continuando con el impacto de la pandemia, al realizar un análisis mediante la herramienta de Google Trends, revisando un total de 19 combinaciones de palabras relacionadas con los TCA y la apología de estos, observamos un claro incremento de búsquedas de vinculadas a los TCA (41,63 %) en comparación a los años 2019 y 2020.

Es posible que después de haber realizado este viaje sea algo más fácil comprender que los profesionales que trabajamos e investigamos en este campo supiéramos, incluso antes de disponer de datos, que la incidencia de casos con TCA crecería como la espuma.

Sin duda, todos los ingredientes han estado y siguen estando presentes, mientras esta pandemia los cocina a fuego lento. Todo ello debe servirnos de motor y aliento para seguir progresando, tanto en la ciencia como en la práctica clínica asistencial.

Gina Lladó Jordan, Profesora colaboradora en el Programa de doctorado de Salud y Psicología y en el Máster en Nutrición y Salud., UOC – Universitat Oberta de Catalunya y Andrea Arroyo Fernández, Profesora colaboradora de los estudios de Ciencias de la Salud de la UOC (Máster en Nutrición y Salud) , UOC – Universitat Oberta de Catalunya

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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Psicología

El tabú y el estigma de las enfermedades mentales

by oquendoe 29/09/2021
written by oquendoe
Shutterstock / Photographee.eu

Vicente Molina, Universidad de Valladolid

Padecer enfermedades mentales sigue considerándose por buena parte de la sociedad un asunto vergonzoso. Nada que ver con lo que sucede ante cualquier otro tipo de padecimiento.

Por eso muchos de quienes las sufren lo ocultan, incluso ante sí mismos, negando la realidad de la enfermedad mental. Es lo que llamamos tabú.

Quienes lo ven desde fuera no reaccionan mejor. La primera respuesta suele ser de rechazo. Sobre todo, porque los enfermos mentales son percibidos como demasiado diferentes. Tal consideración no está normalmente exenta de una sospecha de culpabilidad. Esa combinación de rechazo y culpabilización conforman el estigma que suele rodear a quienes padecen trastornos mentales.

El dilema alma/cuerpo

Si pensamos en culpa es porque obviamos que, sin nuestro complejísimo cerebro, la mente no podría existir. Es más, solemos manejarnos bajo la premisa de que nuestra actividad mental es fruto de una entidad más o menos inmaterial, independiente del sustrato cerebral que la sustenta.

Algunos denominan alma a esta entidad, otros simplemente mente, pero en ambos casos le atribuimos cualidades incorpóreas. Entre ellas, la voluntad, la honestidad o la bondad y, sobre todo, la capacidad de elegir entre opciones. Todas teóricamente independientes del cerebro.

Al final, ese concepto erróneo se traslada a los trastornos mentales, que se identifican como una alteración de esa entidad inmaterial. De ahí que los valoremos de manera distinta al resto de enfermedades.

Entendidos los trastornos mentales como alteraciones de lo que nos hace humanos, quienes los padecen se sienten desposeídos de una parte importante de su humanidad. Y se genera una conclusión equivocada: que el que sufre o distorsiona la realidad tiene una buena parte de culpa en ello. Visto así, se entienden el tabú y el estigma.

Cuando el cerebro no se adapta

La ciencia dice otra cosa muy distinta. El cerebro es el órgano fundamental para relacionarnos con nuestro entorno. En cuanto a la actividad mental, se trata de una representación del mundo en el que vivimos. Esa actividad surge de complejos patrones cerebrales constantemente cambiantes que nos permiten predecir los acontecimientos y adaptarnos lo mejor posible a ellos.

Considerando la inmensa complejidad cerebral, no es extraño que muchas personas tengan propiedades cerebrales que dificulten esa función adaptativa, al menos bajo ciertas condiciones ambientales.

Esta visión sobre las interacciones de las propiedades cerebrales individuales y el entorno en que el sujeto vive podría ayudar definitivamente a acabar con el tabú y el estigma de los trastornos mentales/cerebrales.

Si asumimos que hay personas cuyas características genéticas les dificultan adaptarse a ciertas dietas, ¿por qué no va a existir una parte de la población cuyas características genéticas dificulten su funcionamiento adaptativo mental?

En algunos casos, el sesgo hacia ciertas conductas, afectos o pensamientos alterados sería primariamente cerebral. Es decir, se produciría cuando las dinámicas neurológicas alteradas provocaran una mala adaptación a la mayoría de los entornos.

Por ejemplo, las neuronas inhibitorias que utilizan el neurotrasmisor GABA son clave para seleccionar los grupos sinápticos cuya actividad sincrónica representa la realidad en nuestro cerebro. Un leve desequilibrio de ese tipo de actividad puede dar lugar por sí mismo a grandes problemas en la representación y el procesado de la realidad en que vivimos. Un ejemplo de la relevancia de este desequilibrio es la esquizofrenia. Muchas personas que padecen este trastorno muestran un déficit relativo en la trasmisión mediada por GABA que puede interferir en la construcción adecuada de las representaciones de la realidad.

Sufrir con el otro

La colaboración entre iguales y la compasión nos hacen humanos. Mediante las llamadas neuronas espejo somos capaces de experimentar en buena parte los estados mentales de los otros, incluyendo su malestar. Esas habilidades hacen que, al observar una emoción en otros, el cerebro se active prácticamente igual que cuando la experimentamos en nuestras propias carnes. Por eso sentimos como propias la alegría o el malestar ajenos.

Una consecuencia natural es que, cuando encontramos a alguien que sufre, para evitar sentir su sufrimiento, tendemos a evitarle, salvo que nos mueva un interés muy especial hacia esa persona. No es una decisión egoísta racional: es como retirar la mano del fuego.

Negarlo no sirve de nada

En las décadas recientes ciertos grupos tratan de paliar la marginación y el tabú mediante la negación de la existencia de los trastornos mentales. Mejor dicho, negando que cualquier base cerebral alterada pueda contribuir a los mismos.

La idea subyacente es que los trastornos mentales serían modos de estar en el mundo, tan respetables como cualquier otro. Sin embargo, las evidencias de que ciertas disfunciones cerebrales contribuyen a una función mental alterada son abrumadoras.

Por tanto, la negación de la enfermedad mental no es una respuesta válida frente al estigma. Como no lo sería, por ejemplo, entender la obesidad mórbida como una opción personal frente a la que hubiera que abstenerse de cualquier intervención.

La superación del estigma y del tabú asociados a los trastornos mentales debe venir de la mano de su adecuada comprensión científica. Esta comprensión incluye la íntima relación entre los eventos vitales, las características sociales y la función cerebral. No puede haber una ciencia de los trastornos mentales que excluya estas relaciones.

Vicente Molina, Psiquiatría, Universidad de Valladolid

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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General

Una de las secuelas posteriores al 9/11 que ha costado muchas bajas en combatientes y veteranos

by oquendoe 31/08/2021
written by oquendoe

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